I
don’t want to leave you,
even
though I have to.
I
don’t want to love you.
Oh,
I still do.
‘Cause
if you weren’t somewhere else instead
if
you were in someone else’s bed
if
you were…
The
Cranberries
Pienso
en vos.
Piento en tu rostro de ángel caído.
En tu pelo negro como la palabra misterio, so black as the
night itself,
negro como una escultura antigua, negro como los
gritos
que se ahogaron en mi boca aquellos días en que tu
pelo acarició mi torso.
Pienso en tus cejas de una diosa egipcia, más bellas
que la bella Hator,
pienso en tus cejas, que son el arco de las flechas de
tus ojos,
de tus ojos rasgados como una guerrera japonesa,
de tus ojos rasgados como todos los imperios del
mundo,
pienso en tus ojos, artífices del amor a última vista,
blanca caverna, pozuelos del deseo, necesidad hecha
mirada,
invitación a pernoctar invadido de miedo, guerra y
paz,
todos
los fuegos el fuego, como diría el pibe.
Pienso en tu boca,
en los bordes de tus labios que son los bordes de la
historia misma,
en tu boca roja como la Revolución, roja como la
sangre de Cristo,
en tu boca roja, carne de música, rosal de sangre
loca,
en tu boca de seda, de carne de seda, en tu boca que
me quema los labios,
que me quema el cuerpo, que me quema los labios y el
cuerpo,
en tu boca que no dice mentiras, en tu boca de
cristal,
en tu boca que es mi boca, en tu boca que me besa,
en tu boca que me besa el pelo, el rostro, el cuello,
los hombros,
en tu boca que sopla el hálito del deseo en mis
orejas,
en tu boca que de súbito desciende a mi torso,
que le da forma a mi carne, que le da vida a mi carne,
en tu boca que gime al contacto de mi boca,
en tu boca que jadea en lo más hondo de la posesión,
en tu
boca que canta and the thing that gets to
me is you’ll never really see,
and the thing that freaks me out is I’ll
never be in doubt,
it is a rarely thing that we have,
it is a rarely thing that we,
it is a rarely thing, the animal,
the
animal instinct.
Pienso en tus senos,
en tus senos más puros que el seno de Abraham,
en tus senos que titilan de miedo cuando los acarician
mis dedos,
en tus senos, gozo, ternura, ansias sin límite,
en tus senos que son el oriente y el occidente, el
norte y el sur,
los dos lados de la cruz, la noche y el día,
fruta madura, concavidad para mis manos,
pienso en tus pezones, la tibieza y el renuevo juntos,
blancas mamblas segregando blanco almíbar,
alfileres que sujetan mis labios en una dulce tortura,
en tus pezones, acupuntura de la eternidad,
blancos mundos creados por la explosión del universo,
blancas vías lácteas,
entierro y destierro.
Pienso en tus caderas,
en el dulce vaivén de tus caderas,
blanca ensoñación entre mis manos,
corriente subterránea, movimiento de la tierra que se
abre a mi cuerpo,
pienso en tus caderas, olas blancas, el fundamento
óseo de la sensualidad,
malecón que evita el paso del tiempo, desfloración de
la carne,
vasija de barro crudo, los dos lados de la guitarra,
varadero de mis embarcaciones, las costas de Cuba,
región limítrofe entre la tierra y el mar,
límites ecuatoriales del norte y del sur,
piezas vivientes humectadas
por el rojo vaho de mi boca.
Pienso en tu sexo.
En tu sexo fatal, terrible.
Pienso en tu sexo fatal, terrible como la noche en que mis hijos murieron.
Pienso en la enredadera negra del pubis,
en la enredadera negra que puebla tu ínglica región,
en los vellos recortados formando una pirámide
invertida,
un prisma en donde mi luz transparente se torna roja,
negra, amarilla,
en donde mi luz transparente se torna en todos los
colores del mundo,
los colores de todas las razas que tu sexo de diosa
puede procrear.
Pienso en el monte de Venus,
mítica región poblada por los dioses,
recinto de descanso para el cansado Aquiles,
negro terciopelo amorosamente urdido,
tejido y cortado a la medida de tu cuerpo, a la medida
del mío.
Pienso en tu sexo, rosa roja plantada en el centro de
tu carne,
rosa roja de cuatro pétalos, rosa roja
de cuatro pétalos que ocultan tu gineceo,
rosa roja protegida por el cáliz de tus piernas.
Pienso en tu sexo, en el capullo floral
que quiero abrir hasta alimentarme del rojo néctar de
tu flor,
pienso en tu corola de dos pétalos de carne,
en tu corola de dos pétalos de carne que se estremece
al contacto de mis dedos,
pienso en tus dos pétalos internos, en el dulce
androceo
que se humedece con la dulce miel de tu néctar
segregado,
pienso en el pequeño estigma
que se yergue como el asta de la bandera victoriosa,
pienso en tu sexo, en el rojo pistilo por el que vivo
y soy,
en el rojo pistilo en donde la polinización se
suscita,
en donde se configuran los astros y los siglos
para levantar una nueva raza, una nueva civilización,
en el rojo pistilo que es el agujero de la noche,
el túnel por el que mi cuerpo penetra y sale,
el túnel por el que pasa el hombre y la historia,
el túnel que es la Historia misma, el Antes y Después
de Cristo,
el túnel que es el paso de las edades y los siglos,
pienso en tu pelo negro, pienso en tus cejas, pienso
en tus ojos,
pienso en tu boca, pienso en tus senos,
pienso en tus caderas,
pienso en tu sexo,
pienso en vos.
Sábado, 18 de marzo de 2006.
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