Ciudad de las nieblas, once y seis de la noche de un martes en que me siento bien idiota (o sería ¿bien e idiota?). El sueño venció a los más desafortunados, menos a mí. Estoy sentado frente a la computadora, dispuesto a escribir todas las noches a la misma hora para escribirme a mí mismo (y dejarme leer por quienes quieran tirarme una monedita de tiempo en mi sombrero de hombre) y terminar el rompecabezas del día. Hice un pacto de caballeros con el sueño. Le pedí que me dejara de hostigar la existencia y que se fuera 'a la chira', como dice mi suegra. Llevé a mi perrita a la fuente del Parque Central de esta ciudad-infierno y fue, fui, fuimos felices. No dije NADA del '14 de febrero', y eso me enorgullece. Anoche le dije a la chelita que no le regalaría nada y le pedí que ella no lo hiciera tampoco. Cumplimos a cabalidad ese acuerdo. No vi los noticieros de la noche. No me da igual. No me acostumbro a este estado de calamidad nacional no declarado. Me hierve la sangre dentro de mí cuando veo una injusticia y me dan ganas de ser parte de los primeros en sacar el cuchillo, pero me abstengo. Mañana (mejor dicho, en menos de cuarenta minutos) quiero ir a mi casa, limpiarla, pintar el techo, preparar la tierra para el jardín de girasoles que ella me ha pedido. No tengo trabajo estable pero eso no me preocupa. Estoy vivo y voy, vamos a estar bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario